Ella Escribe

Escribo, Solo eso... Como siempre lo he hecho.

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2011: Entre El Rechazo A Las Quejas Y La Creación De Un Nuevo Movimiento Social

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..:::Ella Escribe:::..

En 1990 en Colombia las mujeres ya podían votar, Ofelia de Uribe ya había transmitido en la Hora Feminista, ya se había realizado La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), ya Simone de Beauvoir nos había entregado su pensamiento, ya muchas mujeres habían pensado en lo personal es político; y también María Erminda luchaba contra el tumor cerebral, que le había ocasionado su esposo por las frecuentes golpizas que le daba: ella, era una campesina colombiana viviendo en la ciudad, una ciudadana de a pie.

Comprendo a las mujeres autodenominadas modernas, que pensaran que una cosa es la equidad de género y otra la violencia intrafamiliar –alguna vez también lo pensé-; pero lo cierto es que no podrían estar más relacionados, y es que las mujeres modernas parecemos haber olvidado que todos estos discursos y legislación, provienen de lo que culturalmente somos.


Divididas

En cuanto a información y equidad de género, en Colombia, podemos decir que las mujeres se dividen en tres grupos: las conocedoras, las medio-informadas y las ciudadanas de a pie.

Las conocedoras: ellas desafortunadamente, constituyen el grupo más pequeño. Son aquellas que conocen casi por completo el tema de equidad de género, saben de legislación, estadísticas de desigualdades, organizan comunidades de mujeres y realizan proyectos sociales.

Las medio informadas: son las que saben algo del tema, sin llegar a declararse abiertamente feministas, o asumir posiciones críticas fuertes respecto a equidad de género. Algunas de ellas ven a las conocedoras, aún como las feministas de hace años, y especialmente como mujeres quejambrosas, que exageran la posición de la mujer actualmente. Estas mujeres, creen además, que ya todo está dicho y hecho en cuanto al tema y que las mujeres que sufren de violencia intrafamiliar, la sufren por “bobas”.

Las ciudadanas de a pie: estas mujeres son mayoría, su acceso a esta información es menor, por diversas circunstancias. Ellas solo aceden a la información de los medios masivos de comunicación, los cuales llevan en apariencia un mensaje positivo, pero están plagados de violencia simbólica, repitiendo constantemente que las mujeres son las aptas para los oficios domésticos y la crianza de los hijos, nunca presentadas como profesionales de otras áreas. Ellas de lo que si saben, es de la tradición cultural, porque es lo que viven, la tradición machista colombiana, la de aguantar y resignarse. Están acostumbradas a ser excluidas por defecto, saben que hay espacios donde no pueden entrar.


Ahora y aquí mismo

A diferencia de lo que creen algunas mujeres y hombres acerca de que ya todo está hecho y que los discursos no son más que quejas desproporcionadas, lo cierto es que las diferencias entre hombres y mujeres en nuestra sociedad, brillan en muchísimos aspectos de la vida, al punto de convertir la sexualidad femenina en una carga pesada.

Aún un criterio muy importante de selección de personal es el sexo, la edad y el estado civil: la mujer aspirante a un cargo con cierta edad, casada o en unión libre de varios años y sin hijos, es imposible de contratar, ya que a la empresa no le sirve que las empleadas “se embaracen”, se hagan acreedoras a garantías y generen gastos adicionales, que un hombre por no tener dicha capacidad no generaría. Pero tal vez esta pueda ser la razón por la cual mujeres y hombres que ocupan los mismos cargos, no ganan lo mismo. Pero bueno… esta situación es molesta pero ya la sobre llevamos, aplazando o cancelando la maternidad –ya que hay que elegir entre carrera y tener hijos-.

Un caso que es más preocupante es la violencia cultural a la que aparentemente nos resignamos. Aunque la mujer moderna se desenvuelve laboralmente, haciendo una carrera y creciendo en sus metas personales, aún no se libera del peso total del hogar, a pesar de ser más compartidas estas labores, no se ha llegado a un punto de igualdad en la pareja. Aún la educación de los hijos recae principalmente en las mujeres, que tienen que dejar de trabajar para dedicarse a la crianza. Esta es la falacia de la mujer moderna, la que se “libero” para salir de casa a trabajar, pero en realidad lo único que hizo fue poner más carga en su espalda: hace lo mismo que una ama de casa, más el trabajo.

Cargamos con el peso conservar un hogar por encima de los perjuicios que nos pueda causar: las mujeres soportan todo tipo de maltratos, fundamentados en su tradición social y la dependencia psicológicas a sus parejas (estas son las llamadas “bobas”): las mujeres que por condiciones sociales, económicas y sobre todo psico-afectivas, soportan maltratos de diversos tipos, dando su vida por el aparente bienestar de sus hijos. Pues bien, hay dos realidades claras al respecto: 1. No son “bobas” y 2. No están haciendo nada bueno por sus hijos. Por una parte son mujeres que se encuentran en una situación emocional negativa y por otra parte transmiten esos males psicológicos a sus hijos, quienes muy probablemente repetirán estas conductas de violencia.

Juzgadas por nuestro físico: casi como si se tratara de un mercado, somos examinadas, evaluadas y valoradas por nuestro aspecto. A primera vista parece que no es así, pero creo que todas tendremos una historia que contar en la que fuimos mejor o peor tratadas por nuestro aspecto; como cuando un taxi para solo a las mujeres más bellas o arregladas. Este además, es un ejemplo de cómo estamos de acostumbrados a las discriminaciones, porque muchos juzgaran como banal, superficial o irrelevante este aspecto.


Como estos podría dar muchísimos ejemplos, pero solo por mencionar otro más, pensemos en la exclusión en el leguaje; y creo que si la situación de la mujer se resumiera en una palabra sería justamente esta: exclusión. Porque creer que decir el hombre incluye a los dos sexos, si se tratara de mayorías entonces porque ahora que somos más, no decir mujeres. Esta es una información simbólica, que parece tan superficial y que al mismo tiempo tenemos tan arraigada en nuestro cotidiano: como la distinción entre la señora y la señorita: conozco muchas que prefieren hacer la distinción o aclarar, pero ¿Qué tan justo es con nosotras mismas el uso de estas dos palabras? ¿Acaso seremos valoradas o calificadas según el estado civil o más bien dependiendo si somos “vírgenes” o no?, no creo que esta sea una distinción valida, de hecho, creo que estas son de esas palabras que ya no deberían tener cabida en nuestro lenguaje.


Si esta es la situación actual, entonces como estábamos en la época de María Erminda. Ella no solo era mujer, además cumplía las leyes de su religión, las cuales también son machistas, le dicen aguanta y resígnate, eso fue lo que elegiste. Soporto golpes, maltratos y humillaciones, al tiempo que trataba de mantener al margen a sus hijos, igualmente victimas del padre.

Quisiera decir que encontró ese grupo de mujeres que creen en la solidaridad de género y que ayudan a empoderarse a mujeres como María, pero la verdad es que en su mundo no existía algo así. María no murió a causa de su tumor, el tratamiento funciono bien, pero una noche al salir del hospital después de su tratamiento, se sintió muy mal para hacer la comida, y a su pareja no le gusto, ella mando a sus niños donde los vecinos, el hombre gritaba y la golpeaba, pero ella no podía hacer la comida en su estado, él sacó un arma que tenía para proteger el hogar y le disparo a la cabeza: María murió.

Como María existen muchas mujeres, mujeres que no saben de discursos ni teorías y que necesitan apoyo para salir de sus dificultades. Pero todas transitamos los mismos caminos por separado, sin siquiera míranos, participando del juego machista de la competencia. Si, jugamos a ser mejores que las otras: la más linda, la más inteligente, la más sobresaliente, para lograr ocupar ese único lugar que hay dentro del mundo masculino para la “mejor”, que solo puede ser una.

Finalmente los invito y muy especialmente las invito a todas, a ver el verdadero panorama de la equidad de género actualmente. Y no solo verlo, a actuar desde las cosas pequeñas o grandes, como sea… pero en todo caso, a unirnos, a no competir, ni tener envidias ridículas con otras mujeres, más bien a comprender, a acercarse, a tener solidaridad de género, a pensar en la otra.

Este problema no es de otras o de “bobas”, es de todas: es deber de todas cambiar las circunstancias y generar cambios culturales. Actuemos.


Ella Escribe

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